17 de octubre de 2016

Diario de viaje [Día 3&4]: Misiones, día de compras y salida

Imagen propia
Brasil-Argentina
Después de desayunar café con sandwichitos de jamón y queso, comenzamos a mostrarles a todos los bocetos del telón de fondo, ganando aprobaciones y una mula de sugerencia ¡querían una mula en la decoración! Estuvo sorprendida y dudosa, pero al final me gustó la idea y el reto ¿cómo dibujar una mula?
Imagen propia
"Believe Christian
grey is gay"
Ya aprobado todo, fuimos de compras del cotillón y otras cosas a Brasil, donde aprovechamos y compramos cosas para nosotras. Terminé comprando un vestido blanco con detalles en lila y azul y elefantitos y unas ojotas celestes. No puede evitar notar una remera celeste con una frase muy graciosa, y con la ayuda de mi hermana pude sacarle una foto de forma oculta. No me esperaba encontrar algo así.
Cuando cruzábamos, un tipo se nos acercó y aunque al comienzo nos asustamos –difícil despegarnos de la desconfianza de la ciudad– al final nos invitó unos trozos de ananá dulces y jugosos y nos fuimos con la promesa de volver con algunas. Pero cuando volvimos, ya no estaba. Terminamos decepcionadas por no poder comprar ananá, una lástima.
En la vuelta, pasamos por algunas lugares donde se encontraban familiares y pedir colaboración ¡eran muchos quienes querían contribuir para la fiesta! Ni que decir que volvimos con el baúl lleno de cosas.
Pasamos el resto de la tarde preparando empanadas y comiendo mandioca. Ey, que estaban ricas, pero sin dudas tubo el mejor sabor porque estábamos todos juntos.

El día antes de la fiesta, nos despertamos y comenzamos a hacer la decoración, recortando cartulina y goma eva. En eso, mientras charlábamos sobre la decoración y la familia, a la tía Delmira se le ocurrió una idea: contabilizar y agregar a la decoración todos los descendientes del abuelo. Completamente decididos salimos a recorrer el pueblo a las casas de algunos de mis primos. Es que somos tantos que no estábamos seguros con la cantidad que éramos, y menos de los hijos de mis primos. Nos enteramos de varias cosas interesantes en el camino.
Volvimos para continuar recortando y dibujando hasta que fueron a buscarnos para saludar a más parientes que estaban llegando. Reencontrarse con parientes siempre es una experiencia llena de alegría, pero que a pesar de la distancia sigamos tan cerca, en especial con mi tía Preta y mis primos Nati y Chris. Y como olvidar la parrillada de choripán y demás que almorzamos todos juntos, el tío siempre hace unos riquísimos asados.
Después de almorzar volvimos con la decoración, esta vez con más ayuda aunque igualmente nos tomó toda la tarde. Mientras estábamos armando las letras, nuevas ideas se nos fueron ocurriendo, y seguimos agregando hasta que terminamos a las seis de la tarde. Una mula, un árbol genealógico, banderines de letras y número brillantes con un gorrito y un cuchillo fue el resultado final, junto con algunas guirnaldas de último momento. Terminamos cansadas pero satisfechas con el resultado.
Junto con mi hermana y mi prima, volvimos a lo de mi abuelo para recibir la novedad de que íbamos a ir a bailar por el cumpleaños veintiuno de mi prima Nati. Personalmente no soy de salir a boliches, pero como íbamos a ir todos mis primos junto con mi tía Elena que siempre se prende con su espíritu lleno de vida, no pude resistirme. Vale decir que solo había llevado ropa para el cumpleaños y el resto para andar entre casa, así que prácticamente tuve que improvisar.
Fueron cuatro autos y camionetas llenas de primos, todos dirigidos a B. de Irigoyen, donde terminamos en un colegio que organizaba un concurso de reina de primavera. Nuestra gran sorpresa fue que una de nuestra prima segunda estaba concursando ¡y ganó! Fue muy entretenido aunque no gané nada del sorteo que estaban haciendo, y cuando apagaron las luces, encendieron las de colores y la subió la música no dudamos en entrar a la pista a bailar hasta que mis pies no daban para más. Lo más insólito es que no dejaban de sacarme a bailar, no estoy segura de quien porque no veía nada, pero asumo que era conocido de mi primo.
Cuando ya no daba más y todos me cargaban por haberme comprado una botellita de agua (me cargaban porque no tenía aguante, ¡pero tenía tanta sed! No me importó nada, quería agua y bien que después me pidieron), fue la hora de irnos, aunque solo una tanda mientras la otra se quedó una hora más. La intención fue esperar que un coche volviera y nos llevara a la casa de mi tío, pero como no volvían y estábamos tan cansadas nos tiraron un colchón en el piso y pude dormir una hora, hasta que un hocico frío me despertó. Alguien había dejado entrar el jabalí y no hace falta decir que no me desperté en mi mejor momento.

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